Hace 40 años unos arqueólogos descubrieron una iglesia del siglo IV en Jaén. Problema: en realidad no era una iglesia

Hace 40 años unos arqueólogos descubrieron una iglesia del siglo IV en Jaén. Problema: en realidad no era una iglesia

En Jaén llevan décadas convencidos de que las piedras de un yacimiento de la antigua ciudad iberorromana de Cástulo (lo que hoy es la localidad de Linares) formaron en su día una iglesia paleocristiana del siglo IV d.C. Así lo concluyeron a principios de la década de 1990 sus descubridores y así se ha seguido creyendo hasta el día de hoy aplicando la buena lógica. Al fin y al cabo se sabe que por aquella época había cristianos (e incluso obispos) en Cástulo, por lo que no es sorprendente que quisiesen tener sus propios centros de culto, ¿no?

Ahora un grupo de arqueólogos plantea una teoría distinta: ¿Y si lo que siempre hemos visto como un primitivo templo cristiano fuese en realidad otra cosa?

En un lugar de Jaén… Cástulo fue una antigua ciudad íbera que en su día actuó como capital de Oretania y hoy muestra sus ruinas a escasos cinco kilómetros de Linares. Allí, en pleno corazón urbano, en lo que los arqueólogos conocen como «Área 1» descansan los restos de un edificio con forma de basílica levantado probablemente en el siglo IV d.C. Lo conocemos desde hace tiempo gracias a las excavaciones realizadas entre 1985 y 1991 por un equipo que llegó a una conclusión clara: lo que tenían ante sí eran los restos de un viejo templo paleocristiano de la Antigüedad Tardía.

¿Por qué creyeron eso? Tenían motivos. Aunque durante sus excavaciones no rescataron ningún resto claramente asociado al cristianismo, los arqueólogos sí sabían que en aquella época (hacia el siglo IV d.C.) Cástulo acogía una comunidad de fieles. Incluso está documentado la presencia de obispos desde al menos principios de ese siglo, algo que dejan claro as actas del Concilio de Elvira. Sus características, contexto e incluso la ubicación del templo dentro del entramado de Cástulo parecían apoyar la teoría de que aquello (efectivamente) era una iglesia consagrada a Cristo.

«Teniendo todo eso en cuenta, parecía razonable pensar que la construcción del edificio era un ejemplo de primer edificio de culto cristiano cuya construcción estaba motivada por el comienzos del auge de la iglesia en la segunda mitad del siglo IV d.C.», concuerdan Bautista Ceprián del Castillo, David Expósito y José Carlos Ortega, arqueólogos que acaban de publicar un estudio sobre el antiguo templo en Vegueta, el, anuario de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas.

¿Asunto zanjado? En absoluto. Que llevemos décadas creyendo que el antiguo edificio de Jaén es una iglesia de la segunda mitad del siglo IV d.C. no significa que sea cierto, por mucho que esa suposición parezca encajar en la historia.

Así lo han creído al menos Ceprián, Expósito y Ortega, que apoyándose en las excavaciones realizadas en el lugar entre 2011 y 2021 y sobre todo los restos allí desenterrados han lanzado una pregunta interesante: ¿Y si en vez de una iglesia romana, el antiguo templo, conocido como «Edificio S», fuese en realidad una sinagoga mantenida por una comunidad judía establecida en la zona hacia los siglos IV y V d.C.

Nuevas pistas, nueva historia. En su artículo los tres arqueólogos recuerdan que hace 40 años no se encontraron en la zona «indicios claros» que revelasen que el templo se dedicaba al culto cristiano. Lo que sí han localizado las nuevas excavaciones son pistas que apuntan en otra dirección: «Un pequeño, pero interesante conjunto de elementos que remiten a la cultura e iconografía de carácter judía». Esas piezas, restos de cerámica y decoraciones, sumadas a otras características, como la ubicación del templo, es lo que lleva a Ceprián y sus compañeros a sugerir su teoría.

«Se observan ciertas singularidades que por sí solas no desmontarían su interpretación como iglesia, pero un análisis pormenorizado y exhaustivo de todas ellas define una suma de consideraciones cualitativas y cuantitativamente significativas como para poder considerar seriamente su adscripción a una sinagoga de la antigüedad tardía mucho más que a una iglesia», concluye el estudio tras reconocer que «en un primer análisis» puede llegarse a la teoría de que el edificio de planta basilical absidal era cristiano.

¿Qué encontraron exactamente? Durante las excavaciones los investigadores localizaron tres fragmentos de lucernas decoradas con la menorá (el candelabro de siete brazos), un pedazo de tégula en el que aparece representado el mismo símbolo del judaísmo (aunque con cinco brazos) y una pieza reveladora: restos de un cuenco con una inscripción en hebreo que solo puede leerse al colocarlo boca abajo, lo que ha llevado a los arqueólogos a pensar que se trata de una tapa.

¿Qué dice exactamente el texto? No resulta fácil descifrarlo, aunque los expertos deslizan que podría traducirse como ‘Del perdón’, ‘Luz del perdón’ o incluso ‘Canción a David’.

Cerámicas… y algo más. Todas esas piezas ayudaron a los arqueólogos a armar su teoría, pero no son los únicos argumentos en los que se apoyan. Otro, fundamental, es la ubicación del edificio. El antiguo templo se alzó en un lugar apartado, poco concurrido y próximo a las ruinas de unas termas romanas, que la jerarquía eclesiástica de la época percibía como «el último reducto de la religión pagana».

¿El motivo? En los baños públicos solían alzarse esculturas de antiguos dioses. «Muchos eclesiásticos comenzarían pronto a considerar las termas como un nuevo centro de idolatría y un lugar peligroso para los cristianos por su más que probable contaminación demoníaca», relatan los arqueólogos, quienes recuerdan que la rígida moral sexual de la Iglesia ya relacionaba la desnudez con «la lujuria y el pecado».

«Tumulatio ad sanctos». Hay dos datos que refuerzan aún más la teoría plasmada en la revista Vegueta. El primero es la configuración del propio edificio, que como reconocen los expertos presenta una estructura que concuerda con «el tipo de plantas basilical absidal que se van a desarrollar a partir del siglo IV d.C. en las sinagogas judías».

El segundo es que las excavaciones más recientes no han revelado enterramientos en la zona, ni en el edificio ni en sus alrededores, algo que choca en principio con la concepción cristiana de la Tumulatio ad Sanctos, el deseo de los fieles de ser enterrados cerca de los restos de mártires y figuras religiosas destacadas. De hecho donde sí se observan tumbas es en un baptisterio cristiano cercano.

Con lo que sí coincide la ausencia de enterramientos es con la pauta rabínica que establece que las sepulturas deben estar al menos a 50 codos (23 metros) de la ciudad. Así pues queda botando la pregunta… ¿Y si la iglesia era en realidad una sinagoga, un templo que nos habla de una comunidad bien establecida en la zona entre los siglos IV y V d.C?

Imágenes | Ángel M. Felicísimo (Flickr) y Sergio Geijo (Flickr)

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Hace 40 años unos arqueólogos descubrieron una iglesia del siglo IV en Jaén. Problema: en realidad no era una iglesia

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por
Carlos Prego

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